Juan Daniel Molero
cineasta y curador de cine experimental.
Nos recibe en su apartamento en Magdalena. Bucles de 16 mm cuelgan de sus lámparas, cortados y editados a mano. En el suelo, docenas de DVDs. Ninguna película reconocible.
Insurgencia en movimiento: antología de los márgenes audiovisuales peruanos, curada por él, va hasta el 15 de mayo en el MALI. Información en Facebook.
>> Estoy estableciéndome en Lima. Ya no me escapo de Lima. He estado moviéndome los últimos 6 años. Traté de mudarme a Argentina a estudiar cine. No duré mucho. De ahí volví, pero estuve igual viajando a festivales. Cada vez que tenía una invitación, iba.
No terminé mis estudios en Argentina porque mi universidad era un poco pretenciosa. No me gustó mucho el ambiente. Acá el cine no estaba de moda en el 2007, porque todavía no ganaban el Oso de Berlín y todo eso, en Argentina sí estaba de moda. Era como la gastronomía acá.
Ahí me puse a trabajar en mi primer largometraje, Reminiscencias. Me demoré uno, dos años editando los archivos. De ahí estuve un tiempo en Lima antes de irme a Nueva York. Me invitaron al MoMA para presentar mi película. Busqué una excusa para quedarme más tiempo. Estuve llevando varios cursos de cine experimental y me consolidé como curador haciendo muestras de cine latino experimental.
Ahora estoy en Lima desde agosto. Esta vez sí he decidido que me quiero quedar. Antes no había oportunidades, o como era chibolo no sabía aprovecharlas. Ahora sí, siquiera la gente que manda allá arriba ha cambiado de generación y hay más oportunidades para el cine experimental. También hay más público. Esta semana hubo una presentación en el MALI a la que fueron 50 personas, y eso que ni siquiera la difundimos. Que haya tanta gente en un evento de cine experimental es bastante, incluso en Nueva York.
Hemos reinaugurado la parte de cine del MALI. La última vez que hubo un ciclo de cine allí fue llevado por Bedoya y puso mi película. La vi en esa sala y dije ‘Wow: esa ha sido mi mejor proyección y no ha ido nadie’. Mi familia, nomás. Me encantó la sala. Es perfecta por el tamaño. Buen sonido, buenos asientos, buena imagen en HD. Normalmente no se ve cine experimental en un ambiente así de cómodo.
Las cosas han cambiado mucho. Me acuerdo que el 2010 empezamos a hacer bulla, a reclamar. El Estado no lo consideraba cine. Al participar en concursos me mandaban notas que decían “la cámara se mueve mucho” o “el sonido no va con la imagen”.Mostraba una ingenuidad de su parte, y también una subestimación de tus objetivos.
Yo hago esto por terapia. Si no, no tiene sentido. No sabes si le va a ir bien, si le va a gustar a la gente. Sabes que no vas a ganar plata. Me interesé por el cine porque nunca fui bueno con las palabras. Desde chibolo confiaba más en la imagen. Por eso mismo no me gustaba hacer cine tradicional, porque sentía que me estaba poniendo los mismos límites que el lenguaje hablado. Reglas, todo eso. Una estructura muy cuadrada. Al final es lo mismo: tú quieres transmitir algo y por eso te debe importar el público, pero no vas a depender del público. No te vas a condicionar por el público. Por eso es que el cine experimental se acerca más a cómo funciona tu cerebro; de una forma más cruda. Se pierde un poco el ego del cine tradicional, en el que hay más control sobre todo lo que pasa. En el cine experimental, cuando realmente experimentas, te dejas llevar por fuerzas mayores. (Rafael Gutiérrez)