ya acabó su novela

Foto: Rochi León

Elliot Túpac: “La cultura chicha no existe”

Publicado: 2013-04-18

A Elliot Tupac, diseñador de carteles, no le gusta llamar “chicha” a su trabajo. Dice que la connotación que le da la gente es peyorativa y lo distancia del arte, que su intención es reivindicar el arte popular urbano. Tupac acaba de crear uno de los afiches del festival  Lollapalooza Chile, sus colores y habilidades trascienden fronteras, y literalmente la envidia se ha convertido en su progreso. Parco, centrado y pragmático… a simple vista la explosión que transmiten sus carteles no se refleja en su hablar. ¿Cuánto de pose o de realidad hay en este orgulloso provinciano?

Escribe: Ketty Cadillo

¿ Cómo llevas que mucha gente te reconozca y que cada cosa que haces se convierta en noticia?

No sé si mucha gente, diría que ciertos grupos me conocen. Mi trabajo está relacionado al diseño, entonces es normal que la gente de agencias de publicidad y los alumnos que estudian ese tema tengan referencia de mi trabajo. Todo es resultado de asumir una postura que tiene que ver con la iconografía del cartel y convertir algo sin valor, de la calle y popular en un objeto artístico. Una reivindicación de un modo de vivir.

¿Qué te llevó a eso?

En 1997, cuando estaba en el tercer año de Comunicaciones en la Universidad San Martín, era recurrente que todos me preguntaran de dónde venía y qué hacían mis padres. Les contaba que hacían carteles para conciertos de cumbia… ante eso algunos simplemente pasaban y otros, con desprecio, decían “qué feo, como pueden dedicarse a hacer eso, con colores tan chillantes…”.

Tan chicha…

Exacto. Chicha. Aunque tengo mis reparos en cuanto al término. En los noventa se usó tan mal que se llegó a hablar de una cultura chicha que no existe, lo que existe es una gráfica chicha que se desarrolló a la par de la música tropical andina. Tuvo éxito porque los inmigrantes de la sierra en Lima comenzaron a asumirla, porque había un acercamiento auditivo, pero nada más.

¿Te sentiste discriminado con ese tipo de comentarios?

No, discriminado no. Soy una persona que siempre ha estado fortalecida por mi crianza familiar que me enseñó a valorar lo que hago, mi cultura y todo lo que alrededor existe. Nunca me sentí menospreciado. Había comentarios e incluso burlas, pero a mí eso siempre me resbaló. Mi respuesta fue reivindicar aquello que ellos menospreciaban y lo hice con la complicidad de mi papá, Fausto Urcuhuaranga, y de mi hermano, Edisson.

¿Nunca te “racearon”?

No, y por una sencilla razón: no puedo pretender estar en grupos donde se manejan otros códigos y lo evito, porque en principio no me gusta ese tipo de ambiente. La verdad es que soy muy práctico.

¿Es tu mecanismo de defensa reaccionar así?

Sí. Creo que si habría que medir en decibeles mis reacciones, lo mío sería siempre muy lineal… no hay nada que sea abrupto en mi vida.

Para muchos “chicha” es sinónimo de informalidad, y la gente identifica tu trabajo con lo chicha.

Me molesta eso. Creo que lo positivo y negativo se puede ver en todos los sectores de la sociedad y no solo en las zonas llamadas populares. Se insiste en ver solo el lado negativo, cuando gente como Jaime Moreira de los Shapis, por ejemplo, tiene un discurso bastante centrado en cuanto a la música. Lo mismo se aplica a mi trabajo en la calle.

¿Qué opinas de los grafiteros “ilegales” entonces?

Siempre digo: para qué voy a hacer un garabato en la pared si puedo hacer uno bien definido, bonito y pidiendo permiso.

EL CHICO COOL DE HUAYCÁN

Tus padres son de Huancayo, tú naciste aquí… ¿Qué tanto de Lima y de Huancayo tienes?

Soy de Lima porque así consta en mi partida, pero me considero más del centro. Eso es producto de tener unos padres de costumbres muy marcadas, tanto que parece que nunca se desplazaron de una región a otra. Además, nosotros siempre hemos estado en Huancayo, por la cercanía.

¿Dónde creciste?

En la Carretera Central Km 13, San Juan, que en ese tiempo era una zona rural. Una hacienda, en un ambiente que si bien no acercaba a la sierra central, era un lugar donde el tiempo pasaba lento. Estaba la chacra, el río, los cerros, era un ambiente cómodo para crecer y donde se entablan relaciones fuertes…

Tus padres ¿por qué vinieron a Lima?

Como todos los provincianos, a buscar un futuro mejor. Llegaron casados y con dos hijos. Mi papá es un tipo emergente… aquí se dedicó a la chacra y a las radios folclóricas, se convirtió en un promotor cultural. En los ochenta mi padre organizaba en el Coliseo Amauta eventos para vincular a los provincianos con su zona de origen. Hacía concursos de Negritos, de bandas provinciales, etc. Yo crecí con eso, entonces no me puedo avergonzar de lo que soy.

¿Y tu mamá?

Era la típica ama de casa, sumisa entre comillas, pero muy importante en nuestra crianza. Siempre fuimos una especie de familia ejemplo en la zona en la que vivíamos, mientras que los hijos de los hermanos de mi papá salieron desviados, les dieron todo y algunos se volvieron pandilleros.

¿Cómo fue tu época escolar?

Me matricularon  a los cinco años a una escuela en Vitarte, incluso repetí de año. Esa fue la primera vez que mi papá tuvo una charla larga conmigo… no recuerdo qué me dijo solo sé que me convertí en un buen alumno, disciplinado, es más, entre la primaria y la secundaria, siempre estaba entre los primeros puestos. Incluso en la universidad, cuando estudiaba en generales para economía y después comunicaciones, tenía media beca por mis notas.

¿Cómo es ser adolescente en un colegio en Vitarte?

Interesante. Ahí pude tener a los amigos que necesitaba, amigos de Huaycán y otras zonas rurales. Desde los más avezados  hasta los más tranquilos. Tener cierto prestigio académico me convirtió en un referente.

¿Eras el chico popular?

Tenía amigos grandotes que me cuidaban y que respondían por mí. Recuerdo que una vez estaban fumando marihuana y uno de ellos me ofreció, otro saltó y dijo: “a Elliot no, él no debe entrar en esto”.

No te dio curiosidad probar…

Sí, pero en ese momento pensaba que lo haría algún día y eso recién fue hace tres años, cuando tenía 30. Probé pero no me hizo nada, así que nunca más. Tengo reparos sobre ese tema, no me molesta que otros lo hagan, pero siempre voy a discrepar. Creo que cuando uno consume al momento de crear, no es el mismo y yo, para trabajar, no puedo estar condicionado por nada.

NACE TUPAC

¿Y el arte?

Desde niño tuve una inclinación artística que mi papá no cultivó. Es más, trataba que la dejara de lado. Una vez dije que quería aprender a tocar violín, porque me gusta, y me contestó que para qué. Cuando ganaba los concursos de pintura en el colegio me pedía los cuadros para mandarlos a enmarcar y nunca volvían a aparecer. Cuando terminé la secundaria le dije que quería postular a Bellas Artes y me dijo: “no te quiero ver con tu pelo largo vendiendo en la calle cuadritos, estudia algo más serio”; y me metí a estudiar economía.

¿Fuiste el primero de tu familia en ir a la universidad?

Sí. Ahora mi hermano Ángel estudia en San Marcos, Derecho. Por eso cuando decidí dejar la carrera fue duro para mi papá, porque además él siempre tuvo conmigo eso de preparar al hijo para algo. Desde muy pequeño me llevaba a la radio, insistía en que hable, me presentaba a sus amigos. Trató de insertarme en su ambiente. Al final terminé comunicando, pero de otra manera.

¿Cuándo nace Elliot Tupac?

En 2003, cuando Susana Torres me contacta porque vio nuestros carteles. El taller estaba en la ruta que ella hacía a su casa, en Chaclacayo. Paró un día y nos presentó a algunos medios que nos hicieron reportajes. Así comencé a trabajar en serigrafías e impresiones para la película Madeinusa de Claudia Llosa y a firmar como Elliot Tupac.

Lo de Tupac por…

Por lo que representa, pero sobre todo por la acepción de revolución, una gráfica, claro. Además, el Tupac compensa a Elliot, nombre estadounidense que mi papá sacó de un libro de filosofía. Tupac iba a ser mi nombre propio, pero el señor del registro desanimó a mi padre porque le dijo que la gente se iba a burlar, entonces él me puso como mi hermano muerto, como homenaje… Me gusta mi nombre.

¿Tienes patentada la tipografía que has creado?

No, pero lo haré más adelante.

¿Y si te la roban?

Ya lo hicieron, me han robado el letering o tipografía para campañas como Inca Kola, y en programas como Enemigos Públicos. Son anécdotas.

¿Dónde está la pasión que transmiten tus carteles?

No soy pasional. Muchas veces me preguntan eso porque asumen que para mí hacer letras es pasión y no lo es, no me emociona. Me gusta hacer eso, pero ya. Me pasa igual con la comida: siempre me sorprende cuando los amigos dicen “me gusta eso, amo esto…”, yo puedo comer algo rico pero hasta ahí… no hay más.

Sorprendentemente racional.

Las cosas que hago, las hago bien, pero en ese momento no existe ningún tipo de emoción, ni siquiera satisfacción, eso viene después.

¿Y tu familia?

Sí, hay un grado de frialdad en todo este trabajo, pero es lo mismo con mi familia. No extraño, ni quiero estar todo el tiempo con ellos. Con saber de que están bien e ir a verlos eventualmente… todo OK.

Eso no es muy usual en un artista

Sí lo sé. Si no fuera así, me metería harta marihuana (risas)


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Revista Vela Verde

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