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El acertijo

Publicado: 2013-05-08

Por Pedro Salinas

pedro.salinas@revistavelaverde.pe

En lugar de ternos oscuros, Ollanta Humala debería lucir trajes verdes. Y con signos de interrogación estampados en el saco. Como Edward Nigma, el enemigo de Batman, quien atarantaba a sus víctimas con acertijos. Porque no sé si ustedes tienen la misma impresión que yo, pero al presidente del Perú le entiendo poco de lo que dice. O tanto como cuando escucho a E. Nigma lanzando una adivinanza o un calambur. No sé si me explico.

Porque a ver. Si no he sido claro, aprovecho para ponerlo en negro sobre blanco, y ofrezco como prueba la entrevista que ofreció Humala a los periodistas Nicolás Lúcar y David Rivera, y que esta columna sirva como documento notarial. Más todavía. Incluso cuando hacia el final de la conversa dijo que su función como mandatario era “aclarar los temas” o “construir confianza y hacer un Estado predecible” o establecer “cuál es el rumbo del país”, parecía una joda de VideoMatch. Digo. Porque en una hora de cháchara no esclareció ni una brizna de lo que se le preguntaba.

Cómo habrá sido la cosa, que tomé el cronómetro, les cuento. Y qué creen. El tiempo que se tomó en dilucidar el tema Nadine, verbigracia,  duró nueve minutos y treinta y siete segundos. Tal cual. Y la conclusión, ya la conocen. Más confusión, imposible. “No estamos trabajando ese escenario ahorita”. David Rivera, pertinaz, hizo un último intento. “¿No cree oportuno descartarlo (que Nadine no va a postular el 2016)?”, inquirió. Y el otro, ya notoriamente incómodo con el tópico, ni jota. Ni una miga. Fue incapaz de decir la verdad. O mejor dicho, de decir algo coherente. Es que tratándose de aventureros, pueden adivinar, la cosa no tiene remedio.

Y Humala, lo demostró nuevamente, es igual que el resto de nuestros políticos. “Los medios de comunicación deberían tener un poquito más de madurez”, dijo, en tono amonestador, porque le fastidió que algunos cuestionaran su viaje a Venezuela. Y qué quieren que les diga. Así se la pasó toda la plática. Enrevesado. Cantinflesco. Ambiguo. Fatigoso. Por momentos, desdeñoso y arrogante. Tomando agua de cuando en vez para apurar mejor los tragos amargos producidos por las demandas curiosas de los periodistas.

Y bueno. De ese modo, lo más diáfano de la cháchara fue la confusión presidencial. Una confusión caótica, conceptual, permanente, descomunal. Y al momento de la despedida de Lúcar, me hice la inevitable pregunta. ¿De verdad nos está gobernando este señor? Y pasado un rato, luego de digerirlo, vino la aterradora y atroz respuesta.

Cada uno reacciona como puede, claro. Pero lo cierto es que cuando constatas realidades ruines y patéticas, como la que les cuento, te entran unas ganas salvajes de salir corriendo hacia una agencia de viajes y mandarte a mudar unos meses a Azerbaiyán, como quien visita a Borat, y, de paso, evitar por un rato aquella sensación que te han puesto la pistola en la sien.

Como sea. Luego de haber escuchado al líder del nacionalismo, desprovisto de lo más importante en un gobernante (es decir, de ideas, de buenas maneras, de pensamientos articulados, de sentido del Estado y de conocimiento del país), creo que lo que nos espera es un largo período de mediocridad.

De cualquier forma, jamás abrigué mayores expectativas en el personaje. Y sigo creyendo que la otra opción habría sido peor. Una maldición histórica, o algo así. Empero, no deja de dar un poco de rabia que, teniendo la oportunidad para hacer grandes cosas, lo único que recibamos a cambio sean daños colaterales. Y que este Perú siga siendo un país de tecnopor. Pues eso.


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Revista Vela Verde

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