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Foto: Rochi León

David Galliquio: “Soy un pornólogo”

Publicado: 2013-05-10

De lunes a viernes trabaja en una fábrica de neumáticos. Dedicarse a hacer historietas no le da dinero suficiente, y ahora que es padre de familia tiene que recursearse. Conocido sobre todo por “Lito, el perro”, Galliquio hace bromas todo el tiempo. Dice: “Estoy preocupado por las fotos, no me he afeitado... que me photoshopeen y me pongan ojos verdes”. Carcajea y continúa dibujando, con una concentración que parece haberse convertido en un acto reflejo (estamos en el Centro Cultural de España: transita mucha gente pero David no se distrae ni con el paso de un heladero). Ha estado este fin de semana en el festival “Lima en cuadritos”. En entrevista para Velaverde, regala algunas confesiones.

ENTREVISTA: KARINA VALCÁRCEL

Hablemos de tus orígenes en la historieta.

Lito es un perro antropomorfo. Lo empecé a dibujar luego de ver la película El sabueso y el zorro de Disney, cuando era niño. Yo trataba de dibujar al zorro, pero poco a poco este se fue convirtiendo en perro y luego en Lito. Al principio solo era un dibujo que hacía en todos lados, como firma de grafitero: no tenía historia. Le puse Lito porque por mi casa había una pollería a la que yo era asiduo, “El corralito”, entonces las últimas cuatro letras fueron las que quedaron. Lo dibujé durante toda la primaria, luego empecé a informarme sobre cómics independientes, underground. Vi un cómic de El Gato Fritz de Robert Crumb y también algo de The Freak Brothers de Gilbert Shelton –tendría doce o trece años– y así me empezaron a salir las tiras cómicas. En el colegio yo era el encargado de hacer las historietas: los compañeros pedían que dibuje a Mafalda o a Condorito, pero yo hacía las mías propias.

PUNTO DE QUIEBRE

¿Y desde esa época había sexo, drogas y alcohol en tus cómics?

No pues, eso fue posterior. Era más zanahoria. Las historias de Lito el perro son cosas que se me ocurren, la gente a veces confunde y dice “todo lo que tu personaje ha hecho, es porque eres así o asá”. Si yo hubiera hecho todo lo que hace mi personaje no estaría dibujando, estaría preso (risas). Una profesora de orientación vocacional tenía la idea de que en su clase teníamos que hacer algo, y nos dijo que creáramos una revista en base a un modelo de periódico, y como también tenía que tener su sección de amenidades, yo asumí esa parte. En el colegio, Lito el perro tenía historias de compañeros que no iban a clase, se tiraban la pera o jalaban los cursos. Nunca me han llamado las historias muy serias.

¿Y cuándo se empezó a achorar?

Cuando entré en la adolescencia. Yo era súper conflictivo con mis padres: yo cambié y cambió el personaje. Por esa época me nació el alma subte, frecuentaba Quilca, escuchaba Narcosis, me pasaron unos LPs de bandas punk inglesas y varió mi carácter. La música tuvo una gran influencia en mi trabajo. Mis viejos siempre escuchaban Beatles, Elvis Presley; mis hermanos, Pink Floyd y Led Zeppelin. Cuando descubrí el underground peruano me dio una sensación bien barrial, alucinante, sucia. Me encantaba. Cuando dibujo, esa es la música que me acompaña, es como el soundtrack de lo que voy narrando en la historieta. Con todo ese bagaje dije “me gusta este estilo anarquista, medio desenfadado”. Así empezó todo.

COCHINO DINERO

“¿Por qué las vedettes se fijan en los futbolistas y no en los dibujantes de cómics?”, se pregunta David, y da un gran mordisco a su empanada de carne. Billetera mata galán, afirma la experiencia popular. Aunque galán no es la palabra que definiría con precisión a David.

La calle está dura.

Es muy difícil estar en este mundo. Creo que ningún periódico se animaría a publicar mis historietas, supongo que lo ven como algo totalmente censurable. Además, no me gustaría quitar viñetas por indicaciones de algún editor. Es muy jodido hacer cómic en el Perú, en especial si eres un autor independiente y no existe alguna editorial que te apoye. Felizmente, hace ya algún tiempo la librería Contracultura empezó a fijarse en dibujantes independientes y pusieron las manos al fuego por nosotros. Si yo me dedicara exclusivamente al cómic no me alcanzaría ni para el té. La única persona que lo ha logrado, supongo, es Juan Acevedo. Caso aparte es el de los ilustradores: veo más posible vivir de la ilustración que de la historieta. Con la venta de fanzines a las justas se recupera. Pero es algo que no quiero dejar de hacer. Llevo veinte años dibujando: lo hago porque me gusta, aunque sea difícil y no siempre sea visto por el público como un trabajo.

HASTA LOS NEGROS ESTÁN CONTENTOS CON EL NEGRO ALACRÁN

Nadie sabe bien cuál es el oficio del Negro Alacrán. A mí me recuerda mucho al Don Ramón de Chespirito. Lo que sí sabemos es que es amigo incondicional del perro Lito y que juntos han vivido diversidad de aventuras y también, cientos de problemas de los cuales, extraordinariamente, siempre salen airosos.

¿Quién es el Negro Alacrán?

En el 98 hago un cómic para el Crash Boom Zap (David se refiere al mítico fanzine de los noventa). Ahí la historia era sobre un concierto de la banda de Cherman, llamada Los imposibles. En el concierto, mientras Lito hablaba, aparecía un negrito. La idea gustó y empecé a desarrollarlo. El Negro Alacrán empezó como un personaje de apoyo en las tiras de Lito el perro. Fue algo casual, y de hecho me siento más identificado con el Negro Alacrán que con Lito el perro.

¿Por qué?

¡Porque soy negro, pues!

¿Has tenido problemas con este personaje?

Una vez un blogger me acusó de racista. Justo eran las elecciones municipales y a mí se me ocurrió dibujar al Negro como la única opción para ser alcalde de Lima. Me pareció una acusación tonta. El peruano es así, bien racista, pero de una forma campechana, más chonguera: no con afán de menospreciar a alguien por su raza sino por hacer alguna broma. Eso de no llamar “negro” al negro, sino decirle “afroperuano” es como un intento de lavarse las conciencias.

PARENTAL ADVISORY: EXPLICIT CONTENT

¿Y por qué te dibujas calato?

Lo mismo me preguntaba yo, no sabía por qué. Un día fui a un psicólogo e hizo que me remontara a cuando era niño. Resulta que a los cinco años me desperté por la madrugada y me fui al cuarto de mis viejos, porque eso es lo que hace un niño cuando se despierta, y los encontré calatos tirando en el piso, como un par de cerdos. Así, húmedos y jadeantes. Yo me habré quedado mirando esa escena al menos diez minutos, y mis viejos estaban tan arrechos que no se dieron cuenta de que yo estaba ahí. Cuando se percataron de mi presencia ya era demasiado tarde. A raíz de eso me volví un chico curioso: me gustaba indagar sobre sexo pero no con malicia, sino con curiosidad. Yo he sido un pornólogo, un pornoadicto. Coleccionaba pornografía pero con la intención de aprender a dibujar cuerpos. Era una buena técnica. Quizá por eso me dibujo calato, y a eso se deba mi interés por el sexo.

¿Qué ha sido lo peor que te ha pasado a causa de tus cómics?

Cuando saqué el segundo número de La Mosca, hice una tira larga llamada La alienígena que vino a cenar en la cual había sexo explícito: eran 23 recuadros de coito intergaláctico. En una feria veo a un niño que no sé cómo tenía la revista: yo no se la había vendido. De lejos, su papá y otro chico me estaban señalando. Luego se me acercaron. Un poco más y me paran de cabeza. Me querían matar. Lo que había sucedido es que este chibolo le había pedido a su hermano mayor que le compre el fanzine. Yo no vendo mis fanzines a menores de edad, porque sé que hay temas fuertes. Me sentí mal. Además, soy padre de una niña de dos años y estoy seguro de que cuando crezca voy a tener que responder hartas preguntas.

¿Y nunca te has puesto límites?

Pienso que el cómic es una forma de expresión artística y que por ello no debe tener barreras o límites. Es como una descarga emocional. Siento que si creo los límites me voy a sentir incómodo con mi trabajo. El cómic es arte, y por tanto no debe tener censura. Me gusta también el cómic autobiográfico: si te burlas de ti mismo ya estás preparado para todo lo que pueda venir. Es un buen ejercicio, como inmunizarse. Quizá por eso hago pequeñas publicaciones fotocopiadas, Sopa de puerco, Moko, La mosca, El cerdito precoz, etc. Así es cuando trabajas por amor al arte. Estoy esperando que una señora con plata me financie, algo así como un mecenas... soñar no cuesta.


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Revista Vela Verde

Una revista sin clase